El Himno de la perla, también es conocido como Himno del alma y Canto de la Liberación.
Escrito por el Apóstol Judas Tomás, es un poema alegórico sobre la necesidad del individuo de recordar su naturaleza divina, y que para regresar al seno de donde partimos “La casa de Dios”, tenemos que recordar que somos “Hijos de Dios” y quitarnos nuestras ropas sucias (defectos).
En esta obra, se sintetiza magistralmente el sentido de las Sagradas Escrituras, el misterio de la Trinidad, el origen de nuestros defectos y su eliminación, la resurrección y el regreso a casa como Rey de Reyes.
HIMNO DE LA PERLA
Cuando era niño
vivía en mi reino en la casa de mi padre,
y en la opulencia y abundancia
de mis educadores encontraba mi placer,
cuando mis padres me equiparon y
enviaron desde Oriente, mi patria.
De las riquezas de nuestro tesoro
Me prepararon un hato pequeño,
Pero valioso y liviano
Para qye yo mismo lo transportara.
Oro de la tierra de Ellaje,
Plata de la gran Gazzak
Rubíes de la India,
Ágatas de la tierra de Kishan
Y me ciñeron un diamante
Que podía machacar el hierro,
Y me quitaron el vestido brillante
Que ellos amorosamente habían hecho para mí,
Y la toga purpúrea
Que había sido confeccionada para mi talla.
Hicieron conmigo un pacto
y escribieron en mi corazón para que no olvidara esto:
» Si desciendes a Egipto
y apoderas de la única perla,
que se encuentra en medio del mar,
rodeada de sonoro silbo,
[entonces] vestirás de nuevo tu vestido resplandeciente
y la toga que se mostraba sobre ti,
y serás heredero de nuestro reino,
con tu hermano, el más próximo a nuestro rango.»
Abandoné Oriente y descendí
acompañado de dos mensajeros,
pues el camino era peligroso y difícil,
y er joven para viajar.
Atravesé la región de Maishan,
el lugar que cita de los mercaderes de Oriente,
y alcancé la tierra de Babel
y penetré en el reciento de Sarburg.
Llegué a Egipto
y mis compañeros me abandonaron.
Me dirigí directamente a la serpiente
y moré cerca de su albergue
esperando que la tomara el sueño y durmiera
y así poder conseguir la perla.
Y cuando estaba absolutamente solo,
extranjero en aquel país extraño,
Vi a uno de mi raza, un hombre libre,
un oriental
joven, hermoso y favorecido,
y llegó y se relacionó conmigo
y lo hice mi amigo íntimo,
un compañero a quien confiar mi secreto,
Le advertí contra los egipcios
Y contra la sociedad de los impuros,
Y me vestí con sus atuendos
para que no sospecharan que había venido de lejos
para quitarle la perla
e impedir que la serpiente se levantara contra mí,
pero de alguna manera
se dieron cuenta de que yo no era un compatriota;
me tendieron una trampa
y me hicieron comer de sus alimentos,
Olvidé que era hijo de reyes,
y serví a su rey;
olvidé la perla
por la que mis padres me habían enviado
y a causa de la pesadez de sus alimentos,
caí en un sueño profundo,
Pero esto que me acaecía
fue sabido por mis padres y se apenaron por mí
y salió un decreto de nuestro reino,
ordenando a todos, venir ante nuestro trono,
a los reyes y príncipes de Patria
y a todos los nobles de Oriente.
Y ellos concibieron un plan para mí
para que no permaneciera en Egipto,
y me escribieron una carta
que cada noble firmo con su nombre:
«De tu padre, el Rey de los reyes,
y de tu madre, la soberana de Oriente,
y de tu hermano, nuestro más cercano en rango,
para ti, hijo nuestro que está en Egipto, ¡Salud!
Despierta y levántate de tu sueño,
y escucha las palabras de nuestra carta
¡Recuerda que eres hijo de reyes!
¡Mira la esclavitud en que has caído!
¡Recuerda la perla
por la que has sido enviado a Egipto!
Piensa en tu vestido resplandeciente
y recuerda tu toga gloriosa
que vestirás y te adornará
cuando tu nombre haya sido escrito en el Libro de los Valientes
y que con tu hermano, tú serás, nuestro gobernador
en nuestro reino.»
Y mi carta, era una carta
que el Rey selló con su mano derecha,
para preservarla de los males, de los hijos de Babel
y de los demonios salvajes de Sarburg.
Voló como un águila –la carta-,
el rey de los pájaros;
voló y descendió sobre mí
y llegó a ser toda palabra.
A su voz y ruido
me desperté y salí de mi sueño.
La tomé y la besé,
quité su sello y la leí
y se acordaban con lo escrito en mi corazón,
las palabras escritas en la carta.
Recordé que era hijo de reyes,
y libre por propia naturaleza.
Recordé la perla,
por la que había sido enviado a Egipto,
y comencé a cantar
a la serpiente de los sonoros silbos.
Encantándola la dormí
y después pronuncié sobre ella el nombre de mi Padre,
y el nombre de mi hermano
y el nombre de mi madre la reina de Oriente;
y capture la perla
y volví hacia la casa de mis padres.
Me quité el vestido sucio e impuro
y lo abandoné en su país
y me encaminé directamente
hacia la Luz de nuestro país, Oriente.
Y mi carta, la que me despertó,
la tenía ante mí durante el camino,
y lo mismo que me había despertado con su Voz,
ahora me guiaba con su Luz,
pues la seda real [de la carta] mostraba
su forma luminosa ante mí;
su voz y su guía también me animaba
a apresurarme y su amor me atraía.
Salí atravesando Sarbug,
dejé Babel a mi lado izquierdo,
y llegué a la gran Mesana,
el puerto de los mercaderes
que está a la orilla del mar.
Y mi Túnica brillante [Vestidura de Luz],
que yo me había quitado,
y mi toga que la revestía,
desde las cumbres de Hyrcania
mis Padres me las enviaron hasta allí,
por medio de sus tesoreros,
a los que, por su fidelidad,
se las habían confiado;
pero yo no recordaba su dignidad y
que las había abandonado en mi juventud
en la Casa de mi Padre.
Pero, repentinamente,
cuando la tuve frente a mí,
la Vestidura parecía un espejo de mí mismo.
En toda ella pude verme a mí mismo,
reflejado por entero,
de manera que éramos dos diferentes,
y de nuevo Uno en una sola forma.
Y también a los tesoreros
que me la habían traído,
del mismo modo los vi,
dos en una sola forma,
un solo Signo real grabado sobre ellos,
el [Signo] de Aquel que,
por medio de ellos,
me había restituido mi honor y mi riqueza,
mi adornada túnica brillante,
engalanada con magníficos colores
con oro y con berilos,
calcedonias y ágatas,
sardónices de variados colores;
ella había sido preparada para enaltecerla,
todas sus costuras habían sido festoneadas
con piedras de diamantes,
y la imagen del Rey de reyes,
toda entera, por todo el [tejido]
aparecía bordada en relieve;
y, como la piedra de zafiro,
así sus colores eran variados.
Y nuevamente vi que toda ella [la Vestidura],
se agitaba sacudida por el Conocimiento [Gnosis].
Como si de nuevo fuera a hablar,
vi que se preparaba.
Oí el sonido de sus cantos,
que musitaba mientras descendía:
«Soy el más diligente de sus servidores;
por eso he sido enaltecido ante mi Padre.«
Y también percibí como mi estatura
crecía al tiempo que realizaba sus trabajos.
Y con un movimiento regio
fue desplegándose toda ella hacia mí,
y de la mano de sus portadores
me incitó a tomarla.
Y también mi amor me urgía
para que corriera a su encuentro
y la recibiera.
Entonces extendí [mi mano] y la recibí;
con sus hermosos colores me engalané,
y quedé completamente cubierto
por mi Toga de brillantes colores.
Me vestí con Ella y fui elevado
a la Corte de la Paz y de la Adoración,
incliné mi cabeza
y adoré el Esplendor de mi Padre
que me la había enviado,
porque yo había cumplido sus Mandamientos,
y Él también su promesa.
Y en la Corte de sus escribas,
entre sus nobles, fui mezclado,
pues se regocijó por mí, y
me encontraba con Él en su Reino.
Y al son de plegarias
todos sus siervos le alaban.
Prometió también que me presentaría
con Él ante la Corte del Rey de Reyes,
y, con mi ofrenda y mi Perla,
me mostraría junto con Él
ante nuestro Rey.
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Fuentes:
Gnosticismo
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