Un estudio de biólogos marinos de la Universidad de Exeter, demuestran que el aumento de CO2
afectaría al olfato, audición y visión, de los peces, alterando sus sentidos y afectando a sus instintos de
supervivencia.
El cambio climático podría alterar tanto los sistemas sensoriales de los peces que estos nadarían hacia
sus depredadores en lugar de alejarse de ellos.
Esta investigación, publicada en la revista Global Change Biology, demuestra que el calentamiento global,
conllevaría un aumento del dióxido de carbono (CO2) en el medio marino, que podría perturbar el olfato,
la audición y la visión de los peces.
Este aumento de los niveles de CO2 pueden afectar a la forma en que los peces se comportan, nadando
hacia los olores de los depredadores en lugar de mantener las distancias.
Los investigadores recalcan que se prevé que los niveles de CO2 sean 2,5 veces mayores en los
océanos a finales de este siglo.
A la misma vez, la concentración mundial de dióxido de carbono (CO2) en la atmósfera alcanzó un nuevo
récord en 2016, acercándose la humanidad cada vez mas hacia lo que podría llamarse el apocalipsis
climático.
Esta advertencia la hizo la Organización Meteorológica Mundial (OMM) y confirma una vez más la alarma
de expertos y organizaciones especializadas en el clima.
Por cada tonelada de dióxido de carbono (CO2) que emite cualquier persona en nuestro planeta,
desaparecen tres metros cuadrados de hielo marino del Ártico.
La inversión en tecnologías de captura de CO2 es vital para la lucha contra el cambio climático.
Una publicación en ‘Nature Climate Change’, Myles R. Allen, sostiene que sólo hay dos cosas que
pueden evitar el ‘pico’ de calentamiento terrestre: reducir el coste de la captura de dióxido de carbono a
gran escala y la maximización de la tasa media de crecimiento económico.
Del mismo modo, ha indicado que, actualmente, de los miles de millones que se gasta en la lucha contra
el cambio climático, sólo una pequeña fracción es remotamente relevante para estas tecnologías de
frenado de la contaminación.
Para Allen es necesario un nuevo marco para la evaluación de las inversiones en energía renovable y nuclear.
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